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¿Sabes tú quién soy yo?

‘Dependencia emocional’, por Amalia Moreno

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Dependiente emocional

La dependencia emocional se genera cuando un individuo deja de ser el mismo, perdiendo su personalidad y su criterio propios, para actuar conforme a lo que otra persona opine y disponga. Dejan de ser seres sociales y coherentes para convertirse en tristes marionetas sin decisión propia.

La dependencia emocional tiene el mismo proceso que cualquier otra dependencia. Primero tiene un efecto de éxtasis sobre la mente y el resto del organismo, haciendo que las endorfinas, y las hormonas de la felicidad se disparen, haciéndonos creer que hemos encontrado el elixir de la felicidad. Sin embargo pronto podemos comprobar el alto precio a pagar y el tremendo engaño que supone.

Esta dependencia se puede dar tanto dentro de una pareja, como con un familiar, amigo, compañero de trabajo, o cualquier otra persona que forme parte de nuestra vida. El dependiente emocional deja de vivir su propia vida, para intentar que la vida de la otra persona a la que magnifica e idolatra, sea perfecta. Para que los demás puedan venerar a esa persona tal y como hace el. Ha creado una imagen ficticia y perfecta de esa persona, no ve sus defectos y sus errores, y en las mínimas ocasiones en que los ve, no lo reconoce y siempre termina por justificarlo.

Puede llegar a defenderlo de mil maneras, llegando a responsabilizar de su mala suerte a cualquiera, pero su ídolo y las acciones que este cometa siempre estarán justificados. Ni ve ni quiere ver la realidad, ni hacia donde le está llevando esa dependencia emocional. Unas de las frases que más se repiten durante las terapias con familiares de un dependiente emocional es:
“Es que esta no es la persona que yo conozco, parece como si no fuera él”.

El dependiente emocional llega a cometer actos en contra de su propia dignidad como persona, en contra de su propia moral y de su propio criterio, provocando un gran sufrimiento a personas de su entorno que lo quieren, y se preocupan realmente de él. Y aunque llega a ser consciente en algún momento de esos actos, no puede evitar seguir haciéndolo, unas veces por las influencias del causante de su dependencia y otras porque necesita autocastigarse.

Se alejan de su familia y de sus amigos de siempre, llegan a abandonar incluso su trabajo si creen que con ello están en riesgo de perder a esa persona que es el centro de su vida. Cada decisión que toman siempre va enfocada a hacer sentir bien al causante de su dependencia. Dejan de asistir a eventos sociales, les cambia el carácter, se vuelven ensimismados y en ocasiones incluso huraños, no admiten consejos, ni distintos puntos de vista de nadie, acaban convirtiéndose en seres tristes y deprimidos que siempre están cansados, agotados física y psicológicamente. Su mente está tan embotada que ya no controlan su propia vida.

Dependiente emocional

EL CAUSANTE DE LA DEPENDENCIA

Puede que a alguien le sorprenda el nombre que reciben estos maestros de la manipulación, pero son llamados vampiros energéticos con un motivo real, y es que realmente acaban consumiendo la energía de sus víctimas. A veces con más o menos conciencia, la verdad es que siempre saben cómo dejarse querer, y obtener así exactamente lo que desean.

En algunos casos el causante de la dependencia no es conocedor ni siquiera responsable de la actitud de dependencia de su pareja, en estos casos será el mismo quien ponga fin sanamente. No consentirá ciertos comportamientos de control, inseguridad y dudas, y mucho menos lo usará en su propio beneficio. En estos casos el único problema deriva de un problema de personalidad del dependiente.

Pero en los casos a los que nos estamos refiriendo en este artículo, los causantes de dicha dependencia son perfectos conocedores y manipuladores de la situación. Saben mover sabiamente sus cartas y aparentar ser eternas víctimas incomprendidas e injustamente tratadas por el mundo entero.

Esta relación termina siendo tan tóxica, que impide el desarrollo normal en ningún aspecto, ni del dependiente, ni del causante. Son relaciones que están en un continuo, ni contigo ni sin ti. Cortan la relación y vuelven a retomarla mil veces, haciéndose promesas eternas que jamás se cumplen. Y provocando el caos más absoluto allí por donde pasen.

Cuando el dependiente emocional llega a mimetizarse tanto con las circunstancias abstractas del causante de su dependencia, que ya es imposible diferenciar quien es quien, surge un verdadero problema, pues ahora todos los roles han quedado confundidos, el entorno que les rodea, es decir, el resto de las personas que comparten su vida, acaban absolutamente impotentes y sin herramientas, para seguir luchando por la salud emocional del dependiente.

En este momento solo queda una vía plausible, y es dejar que todo se desmorone por completo, hay que tener muy en cuenta que el dependiente emocional es exactamente eso, un dependiente como otro cualquiera y que hasta que no toque fondo, no podremos volver a intentar ayudarle a salir a la superficie. Mientras tanto lo único que podemos hacer es alejarnos e intentar no ser arrastrados.

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Hoy he descubierto el mundo por primera vez

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Hoy he descubierto el mundo por primera vez

“Hoy he descubierto el mundo por primera vez, he alzado el vuelo y rozado el cielo, solté las amarras, enjugué mis lágrimas, bauticé mi esencia y renací de nuevo. Exactamente hoy, ni ayer, ni mañana, he descubierto que es ser libre, y qué significa ser amada. Porque por fin descubrí que era yo la que no me amaba, que no se trataba de esperar, ni de temer por nada, se trataba de entregarse, y de compartir el alma”.

Muchas veces nos pasamos la vida esperando que el hombre o la mujer  ideal aparezcan, sin embargo cuando creemos haberlo encontrado, nos pasamos la vida intentando cambiar aquello que no nos gusta. No somos capaces de salir de nuestro egoísmo y nuestro miedo, nos sentimos poco menos que engañados y llenamos nuestra vida de frustración y sufrimiento, dejando recaer en el otro toda la responsabilidad de nuestra felicidad.

Somos nosotros los únicos responsables de esa elección, pues por miedo, dejamos pasar la felicidad ante nuestros ojos. No nos atrevemos a observarnos por dentro, a ser sinceros, a ser valientes para reconocer que llevamos mucho tiempo sin amarnos, pero sí exigimos un amor que no somos capaces de darnos a nosotros mismos, llegamos a ser así de cobardes.

Cuando nos atrevemos, cuando superamos los obstáculos de la mente, los miedos, las dudas, y “soltamos”, rozamos el cielo, pues el Universo mismo nos enseña el verdadero significado de amar y ser amado, y nos envía el regalo más hermoso, el reencuentro con la mitad de nuestra alma, nos completa, nos sincroniza de nuevo con el origen de nuestra esencia.

Entonces todo cobra el mayor de los sentidos, entonces todo se armoniza y la vibración de nuestro ser queda equilibrada para siempre. Ya no existe el tiempo, no existen conceptos, ni medidas, entonces y sólo entonces simplemente “SE ES”.

Cuando dos almas gemelas se reencuentran todo se vuelve claro, sereno, y sencillo; y a través de una sola mirada, pueden crear el mundo. Solo necesitan unir sus pechos en un abrazo y fundirse en un solo corazón. Pues en realidad, desde el principio de los tiempos siempre fueron “SOLO UNO”.

“Sólo el Amor os hará libres”

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Tu realidad solo la cambias tú

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Si tomamos esta frase como cierta, tenemos una gran responsabilidad; y por lo visto pronto no podremos amparar ninguna duda al respecto, pues nuestros más refutados y expertos filósofos, investigadores, químicos y demás eruditos, están demostrando empíricamente, tras experimentos en laboratorios, con sus correspondientes fórmulas y controles de todo tipo que es exactamente así. Que realmente somos nosotros mismos los que creamos nuestra realidad.

Nuestra forma de percibir y observar altera y determina la acción y el estado de todo lo que nos rodea. Tenemos un enorme poder, una magnifica habilidad que nadie nos había contado hasta ahora, y que desde luego no teníamos ni idea de cómo usar. Más bien llevamos toda la vida empleándola en nuestra contra por lo que se ve.

Se ha experimentado con moléculas, partículas y átomos, hasta la más mínima expresión de la materia que conocemos, y se ha podido comprobar una y otra vez que los resultados siempre son afectados y alterados, el estado emocional, la intención, incluso la simple curiosidad del que realiza el experimento, “el observador”, determina los resultados del experimento.

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Esto en principio puede parecer un poco lío, pero eso sólo es porque no estamos acostumbrados a percibir nada más que a través de nuestros sentidos biológicos, además tampoco solemos dedicar mucho tiempo a observar, ni a observarnos. En el momento en que somos capaces de parar un poco el ritmo estridente y lleno de prisas que nosotros mismos nos hemos impuesto, no se sabe muy bien con qué propósito, nos damos cuenta fácilmente, de que existe otra manera de percibir más allá del cuerpo físico, de sentir, y de crear.

“Llegamos a la conclusión de que el observador y lo observado son parte de la misma realidad y que ésta solo existe en la medida en que nosotros, los observadores la creemos”.

Por supuesto esto conlleva una considerable cadena de concatenaciones y experiencias con otros seres humanos, para los que también tenemos responsabilidades, de las que posiblemente seguiremos hablando en otras ocasiones. Pero con demasiada frecuencia nos da demasiado miedo hacernos conscientes de que podemos cambiar nuestra realidad, pues eso necesita de un esfuerzo, de un trabajo interior, pero también de la necesidad de asumir responsabilidades, de tomar decisiones, y para eso se ve que aún estamos muy poco preparados.

Porque seguimos acurrucados en nuestro rinconcito del miedo, creyendo que allí al menos estamos seguros, que aunque ya sabemos que lo que nos rodea no nos gusta, de alguna manera lo controlamos porque lo conocemos. Y eso se mezcla con el apego y la idealización disfrazados de amor, que nos hace mantener relaciones perjudiciales, o que simplemente ya terminaron. Nos hace seguir viviendo situaciones que sólo nos aportan frustración e infelicidad, cuando en realidad es mucho más fácil de lo que nuestro miedo nos permite ver.

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Es esa estructura mental errónea que hemos ido cultivando a través de nuestra vida, la única que limita nuestra realidad, nuestra libertad, nuestra felicidad. Nadie, ni nosotros mismos hemos sido culpables de ello, nuestros sistemas de creencias, nuestras circunstancias como sociedad y cultura a través de los tiempos se han ido formando a través de los patrones que en cada momento les han ido sirviendo para sobrevivir, y eso no es malo, simplemente todos evolucionamos, y llega el momento en que lo que ha servido anteriormente, ya no nos sirve, pues hemos de seguir avanzando, y la única manera en que eso se puede llevar a cabo es desde dentro hacia fuera.

La responsabilidad aparece en el momento en que nos hacemos conscientes de la posibilidad que tenemos de cambiar la realidad, tanto la nuestra, como la del mundo que nos rodea, que podemos contribuir a crear un mundo más libre y justo, que somos capaces de dar amor de verdad, y vivir sin miedo, y hacerlo extensible a todo el que comparta la vida con nosotros en algún momento, esa es la realidad.

 

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La realidad que no queremos ver

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Abuso sexual infantil

Abuso sexual infantil

Dicen los grandes expertos es sociología que el abuso sexual infantil es tan antiguo como nuestra propia historia. Que desde nuestros mismos orígenes como especie han existido depredadores que han utilizado la fuerza y la seguridad de su posición social para dar rienda suelta a sus instintos más primarios. Y tristemente tenemos que reconocer que es absolutamente cierto, pero por lo visto aún no nos hemos avergonzado lo suficiente, pues muy lejos de haber erradicado totalmente esta mala costumbre en nuestra sociedad, seguimos consintiéndola, y en muchas más ocasiones de lo que nos gusta reconocer, seguimos mirando para otro lado.

Hemos creado leyes para proteger al menor, damos campañas anuales y continuadas de prevención, e incluso hemos asignado un día especial para conmemorar todo aquello que estamos haciendo por esos menores, pero seguimos permitiendo que los depredadores escapen a otras praderas para que sigan devorando a otras víctimas, pues lo que aún queda por cambiar son las leyes que castigan al verdugo.

Quiero dejar muy claro que ese verdugo depredador de víctimas inocentes NO es ningún enfermo, es sólo eso, un depredador al que sólo le importa satisfacer sus instintos, para lo cual no le importa en lo más mínimo el daño que pueda causar, la única empatía que guarda es para con él mismo y su propio instinto de supervivencia.

Como hemos dicho en otras ocasiones, existen distintos niveles de actuar desde el bien y desde el mal, y en este caso el depredador sexual está en el nivel más extremo de actuación del mal, y no siente ningún tipo de remordimiento por ello, de modo que su capacidad de reinserción y de que no vuelva a cometer otro abuso es inexistente.

También es importante dejar clara la diferencia entre pedófilo y pederasta, el primero aún no ha pasado a los hechos físicos, por el momento se ha contentado con la pornografía infantil, o la observación y vigilancia en secreto de algún menor, pero este es el primer paso, con un altísimo riesgo de llegar al segundo y definitivo paso, la agresión sucesiva a los menores.

Parece que nos da muchísimo miedo reconocer que nuestra sociedad no ha solucionado en absoluto este problema, pues una y otra vez, sectores muy concretos de nuestra sociedad, en lugar de dar la cara y reconocer que han acogido a estos depredadores entre sus filas, y con ello ayudarnos a todos a superar este gran problema social, prefieren ocultarlos, y cambiarlos de ubicación geográfica, creyendo que quizás con eso expían de alguna manera sus responsabilidades.

Mientras que no seamos capaces de perder el miedo a las consecuencias del reconocimiento de actos tan aberrantes para una sociedad supuestamente ética y moralmente evolucionada, seremos incapaces de llegar a esa evolución y seguiremos viviendo en el miedo continuo de los secretos a voces, de los no dichos, y de las frustraciones y las incomprensiones más profundas, que sólo pueden dar paso a toneladas y toneladas de más miedo.

Las estadísticas hablan por sí solas

Abuso sexual infantil

Seguimos en un tabú constante en ambas vertientes, una la de confesar ante la sociedad que hemos sido víctimas, la otra la de aceptar que individuos que muy frecuentemente son referentes para nuestra sociedad sean los depredadores más comunes.

Más de 200.000 niños desaparecen anualmente en Europa y nunca se vuelve a saber nada de ellos.

Un 25% de la totalidad de nuestros niños y adolescentes son violados.

El primer problema con el que nos encontramos es la falta de recursos adecuados para defender al menor, pues en muchas ocasiones es el menor quien tiene que cambiar por completo sus hábitos de vida y su entorno, pues el depredador o bien es miembro directo de su familia o forma parte de su entorno más cercano.

La prescripción de un delito como la pederastia es de veinte años desde que el menor supuestamente agredido cumple la mayoría de edad, que en España como todos sabemos se obtiene a los 18 años.

Y aunque cada día contamos con más medios, es tremendamente curioso, a la par que escalofriante, que un gran número nuestros jóvenes al ser encuestados, estén volviendo a justificar comportamientos como el maltrato y la violencia machista, el abuso sexual infantil, y conceptos arcaicos y sobradamente demostrados perniciosos para el individuo y la sociedad. Lo que no deja de dejarle a uno pensando, en dónde exactamente nos estaremos equivocando.

Abuso sexual infantil

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