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‘Españistán’, por Reyes de la Cruz García

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No sería una novedad decir que España se encuentra en una situación crítica y lamentable, desgraciadamente para los mismos, los pobres.

Cada día que pasa, abro más los ojos ante la situación del país en el que me encuentro, y mi nivel de indignación aumenta.

¿No os aterra ver la televisión por el temor de saber qué nueva metedura de pata han hecho en el país? Porque a mí sí.

Me harta encender la televisión o entrar a las redes sociales, y ver como unos políticos se creen los titiriteros de un pueblo resignado; aunque por encima de eso, mi indignación crece al ver como el pueblo se presta a ser la marioneta, ver cómo el pueblo tiene miedo a manifestarse porque a lo mejor sus acciones puedan llevar esto a peor…

A mí, sinceramente, muchas cosas me han alterado la sangre este año, pero la que realmente me ha llevado al extremo de la indignación ha sido la famosa y polémica “Ley Mordaza”; en cuya ley se prohíbe expresar la libertad de expresión mediante multas elevadas, como estas:

  • Acciones consideradas leves penalizadas con multas de entre 100€ y 600€:
    • Negarse a identificarse.
    • Consumir bebidas alcohólicas en la calle.
    • Ocupar la vía pública por la venta ambulante (el llamado ‘top manta’).
    • Etcétera
  • Acciones consideradas graves penalizadas con multas de 601€ a 30.000€:
    • Manifestarse frente a la sede del Congreso, del Senado o de parlamentos autonómicos si se “perturba la seguridad”.
    • Impedir un desahucio. ◦ Negativa de disolución de concentración o manifestación.
    • Etcétera
  • Acciones consideradas como muy graves y penalizadas con multas de 30.001€ a 600.000€:
    • Reunirse o manifestarse en infraestructuras de servicios públicos.
    • Celebrar espectáculos o actividades recreativas en contra de la prohibición ordenada por la autoridad correspondiente.

Ley_Mordaza

Y digo yo…¿dónde está la coherencia de esta gente creando estas leyes? Porque creo que si la gente se manifiesta es porque no tiene dinero y buscan soluciones, no van a manifestarse con el riesgo de recibir una paliza de mano de los policías y/o entrar a la cárcel por gusto, sino que son movidas por la indignación de la actitud de los políticos ante la actual crisis. Como bien dijo don Miguel Ángel Revilla en una entrevista: “La Ley Mordaza solo sirve para asustar al pueblo. Bien podía llamarse la ‘Ley del Acojonamiento’.” Con cosas como estas solo puedo intentar buscar respuestas a las preguntas de ‘¿Realmente existe la libertad o es una simple químera que el sistema nos intenta vender desde que nacemos?’ ‘¿Realmente somos libres, o actuamos acorde a unas normas preestablecidas?’ Últimamente, lo único que me queda claro es que la libertad de expresión está permitida solo hacia aquellos que hablen cosas de acuerdo con el gobierno, y el que diga lo contrario, va directo a la cárcel, como es el caso del rapero Pablo Hásel, condenado a dos años de cárcel; al igual que la justicia está en manos de áquel que disponga de alto poder adquisitivo, sin importar el delito cometido.

Me consuela saber que siempre quedará la chispa revolucionaria que hará arder todo esto tarde o temprano; y que esa chispa la podemos encontrar en nuestras manos, en la de los jóvenes, porque si nos movemos, conseguiremos cambiar toda esta situación. Recordad: “Podrán partirnos la boca, pero no nos callarán; y si lo hacen, las paredes hablarán por nosotros.”

expresion-libertad

Reyes de la Cruz García.

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‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo

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'Caminata a la lucha y la reivindicación', por Francisco Carrillo

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)

Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.

Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.

Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.

Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.

Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.

Por favor.

Francisco Carrillo Regalón

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‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero

“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”

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Naranjo, naranja

El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.

El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.

El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.

Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.

La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.

El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.

El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:

Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.

Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?

Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.

Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?

Pero no.

El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.

Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.

Juan Ferrero

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‘Suben las gasolineras y baja el servicio’, por Juan Ferrero

“Los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente”

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'Suben las gasolineras y baja el servicio', por Juan Ferrero

A veces, puede comprobarse lo fácil que le resulta a las clases dominantes conducir a la masa popular sin que esta proteste lo más mínimo.

Estamos quejándonos constantemente de la carestía de la vida por todas partes y luego llegamos a la gasolinera y le decimos a los empleados que sirven en los surtidores que se quiten de allí y se vayan al paro, que ese trabajo lo vamos a realizar nosotros de modo gratuito.

El asalariado, al que le habrán exigido al menos un cursillo o jornadas para que lleve en cuenta las más elementales normas a la hora de manipular sustancias inflamables y, por lo tanto, peligrosas, se marchará a engrosar la lista del paro, mientras nosotros nos bajamos del vehículo y, “generosamente”, tomamos el surtidor sin tener en cuenta los perjuicios que eso puede acarrearnos. Unas manchas en la indumentaria, por ejemplo, inutilizarían nuestras prendas de vestir. ¿Y quién pagaría eso?  En ocasiones, ni el dinero solucionaría el problema, como el caso en que las circunstancias y el tiempo, en pleno viaje, no permitiera el cambio de indumentaria; por no citar descuidos propios o con elementos y personas de acompañamiento o ajenas que se hallen junto a los mismos surtidores.

Resumiendo: los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente. Porque, que nos conste, ni sindicatos, ni partidos, ni Ministerio de Consumo, ni el público en general dicen o hacen algo al respecto.

En  la vida cotidiana pueden darse abusos frente a los cuales poco puede hacer el individuo solo. Pero no es este el caso porque, por fortuna, aún existen gasolineras atendidas por sus empleados, y yo, mientras  sea posible, únicamente acudiré a estas (subrayo lo de “sea posible” ya que tampoco es caso de quedarse en la carretera sin carburante por no pararse en la gasolinera de autoservicio). Pero una cosa no quita la otra; todo es cuestión de prever y calcular.

Juan Ferrero

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