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‘Geopolítica y Donald Trump’, por Joaquín Toril Cerro

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Joaquin Toril

A los que seguimos la campaña de las pasadas elecciones americanas nos sorprendió la siguiente noticia; “Hackeo electoral provoca crisis diplomática entre Rusia y Estados Unidos” (Hipertextual, 30 de diciembre de 2016). Quizás, lo primero que se nos puede ocurrir es que esto provocase una cierta confrontación entre ambos países, pero en la opinión que desarrollaré aquí, creo firmemente que sucedió por todo lo contrario.

Durante los últimos 60 años, hemos vivido el enfrentamiento político, económico, cultural y geográfico entre Occidente y Oriente, representado entre EEUU y Rusia. Este enfrentamiento se vio mitigado, en gran parte, con la caída de la URSS, así como los intereses económicos de aquellas entidades que veían en el libre mercado la nueva “gallina de los huevos de oro”.

Pero, como siempre nos ha demostrado la historia, el peso de los actores en el plano político nunca se ha mantenido de forma estable. EEUU ha sido la primera potencia mundial desde no hace más de 70 años, pero anteriormente a ella lo fue Reino Unido, Francia o España. Esta primera potencia económica ha sido seguida, por Rusia, existiendo en ciertos momentos históricos, lo que podríamos llamar un empate técnico. Mientras EEUU era la potencia predominante en todo el continente americano, Rusia era la potencia predominante en el continente asiático. Ambas disputaban su supremacia mundial, pero ambas tenían por seguro su supremacia continental.

Pero, ¿y en la actualidad se mantiene la puja del “trono mundial” entre EEUU y Rusia? En mi opinión, no.

Rusia ha visto como su autoridad en el continente asiático cae más y más. Por una parte apareció China, con una demografía aplastante, ya que 1 de cada 7 personas que viven en el mundo son de nacionalidad china (el ejercito más grande de llegar a movilizarse, junto a India), y una economía que crece 6,7% mientras el mundo occidental se estanca. Además, su auge económico ha sido el motor indispensable para comprar deuda soberana de grandes países (como EEUU, Francia, Inglaterra, Alemania o España), situándola en una posición de poder económico y político imponente.
Por otra parte, India copia la estrategia de China en cuanto a la economía, sirviéndose de su demografía (1 de cada 7 personas en el mundo son indias), y emerge en el continente.

Ante estos movimientos, a Rusia solo le quedan dos opciones, aceptar su posición secundaria en estos nuevos equilibrios de poder en el mundo o aliarse con un país lo suficientemente fuerte que le ayude a contener su poder regional. Y sí, me refiero a EEUU.

Pero, si Rusia atacó a EEUU a través de hackers, ¿cómo este hecho puede ser un una invitación a una política común, más aún tras el enfrentamiento en la ONU por la solución al conflicto Sirio?

La respuesta es fácil, Rusia atacó a EEUU en plena campaña electoral con el fin de debilitar la imagen de los demócratas en general, y de Hilary Clinton en particular. Rusia, como en una partida de cartas, realizó una jugada agresiva, apostar por Donald Trump, y ganó. Lo único que puede frenar a China es el giro proteccionista económico que Trump prometió en la campaña electoral, ya que fue la Administración Obama quien tendió lazos con el gigante asiático.

En mi opinión, que Rusia confíe en Donald Trump no hace sino mostrar la tremenda debilidad en la que se encuentra su poder en la geopolítica regional, ya que confiar que un ególatra, misógino y racista cumplirá lo que promete, es cuanto menos peligroso.

Joaquín Toril Cerro
Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración y Máster en Técnicas Cuantitativas en Gestión Empresarial

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‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo

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'Caminata a la lucha y la reivindicación', por Francisco Carrillo

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)

Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.

Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.

Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.

Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.

Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.

Por favor.

Francisco Carrillo Regalón

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‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero

“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”

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Naranjo, naranja

El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.

El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.

El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.

Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.

La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.

El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.

El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:

Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.

Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?

Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.

Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?

Pero no.

El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.

Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.

Juan Ferrero

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‘Suben las gasolineras y baja el servicio’, por Juan Ferrero

“Los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente”

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'Suben las gasolineras y baja el servicio', por Juan Ferrero

A veces, puede comprobarse lo fácil que le resulta a las clases dominantes conducir a la masa popular sin que esta proteste lo más mínimo.

Estamos quejándonos constantemente de la carestía de la vida por todas partes y luego llegamos a la gasolinera y le decimos a los empleados que sirven en los surtidores que se quiten de allí y se vayan al paro, que ese trabajo lo vamos a realizar nosotros de modo gratuito.

El asalariado, al que le habrán exigido al menos un cursillo o jornadas para que lleve en cuenta las más elementales normas a la hora de manipular sustancias inflamables y, por lo tanto, peligrosas, se marchará a engrosar la lista del paro, mientras nosotros nos bajamos del vehículo y, “generosamente”, tomamos el surtidor sin tener en cuenta los perjuicios que eso puede acarrearnos. Unas manchas en la indumentaria, por ejemplo, inutilizarían nuestras prendas de vestir. ¿Y quién pagaría eso?  En ocasiones, ni el dinero solucionaría el problema, como el caso en que las circunstancias y el tiempo, en pleno viaje, no permitiera el cambio de indumentaria; por no citar descuidos propios o con elementos y personas de acompañamiento o ajenas que se hallen junto a los mismos surtidores.

Resumiendo: los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente. Porque, que nos conste, ni sindicatos, ni partidos, ni Ministerio de Consumo, ni el público en general dicen o hacen algo al respecto.

En  la vida cotidiana pueden darse abusos frente a los cuales poco puede hacer el individuo solo. Pero no es este el caso porque, por fortuna, aún existen gasolineras atendidas por sus empleados, y yo, mientras  sea posible, únicamente acudiré a estas (subrayo lo de “sea posible” ya que tampoco es caso de quedarse en la carretera sin carburante por no pararse en la gasolinera de autoservicio). Pero una cosa no quita la otra; todo es cuestión de prever y calcular.

Juan Ferrero

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