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‘El bueno de Aurelio’, por Francisco Sicilia Regalón

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Calatraveño

Corría el año 1989 cuando llegó a la comarca alguien al que muy pocos, casi nadie conocía. Su aspecto, mezcla de bohemio y científico chiflado, no pegaba mucho con el propio de alguien que, según las pocas noticias de las que disponíamos de su biografía, se trataba de un artista de relevancia. Decían que era un escultor de mucha importancia, que tenía obras repartidas por varios países y que su Don Quijote cabalgaba por las calles de Nueva York.

Fui de los primeros que tuvo la suerte de ponerse en contacto con él, atraído por sus proyectos, con la intención de difundirlos en el diario Córdoba. Confieso que este hombre, Aurelio Teno, me fascinó desde el primer día y aún hoy su monje-búho vigila el salón de mi casa. Me abrió las puertas de su vivienda de El Viso, él siempre hablaba bien de esta localidad y no tanto de Villanueva del Duque, y me citó para visitar el monasterio de Pedrique. No olvidaré aquel caluroso día de primavera cuando visité por primera vez este enclave. Nos recibió a Rogelio, el fotógrafo, y a mí a las puertas del derruido recinto escoltado por cerros de olivares. Nos hablaba sin parar, emocionado, de aquel lugar mágico albergue de eremitas, de aquel Valle de los Pedroches de azúcar y miel, de lo telúrico de esta tierra prometida, de su sueño hecho realidad.

Enseguida empezó a reconstruir el monasterio, a veces con sus propias manos, mientras empezaban a volar por Los Pedroches sus águilas ciclópeas. Mi tesón y su amistad hicieron que esas aves plateadas anidaran durante unos días en Pedroche en una exposición memorable, pionera en la comarca.

Después la distancia nos alejó al mismo tiempo que Pedrique resurgía de sus cenizas y la obra de Aurelio era conocida por profanos que en un principio recelaban del artista y ahora se acercaban al genio. En este lugar terminó sus días el escultor nacido en las Minas del Soldado, creando hasta el último momento y luchando contra las ingratitudes de la vida.

A la par que artista, Teno era un enamorado de Los Pedroches y apostó por una tierra a la que no tenía mucho que agradecer. Todo un ejemplo a seguir.

Francisco Sicilia Regalón

 

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1 Comentario

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  1. Sebastian

    9 Jun 2015 at 18:21

    Córdoba abrazó el arte de Aurelio Teno con un año de actividades. Siete instituciones participaron en un programa de homenaje que arrancó en Febrero de 2014 y se prolongó hasta el 31 de Enero de 2015.
    Los Ayuntamientos de Córdoba y Pozoblanco, la Fundación Cajasur, la Diputación, la Junta de Andalucía, la Universidad y el Cabildo Catedralicio se unieron para rendir homenaje al artista universal de la Comarca de los Pedroches.
    Pedrique es mucho Pedrique, pero está algo lejos de la capital y poco difundido. El Museo de Bellas Artes de Córdoba tiene dos obras en depósito. Personalmente abogo por una exposición algo más amplia y permanente en la capital.

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Cultura

Hablando de presentaciones de libros, de Cultura y de Los Pedroches

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Hablando de presentaciones de libros, de Cultura y de Los Pedroches

Quizás, para la librería 17 Pueblos, todo empezara con aquel encuentro de escritores de Los Pedroches que tuvo lugar en abril de 2015 en Pedroche. Allí, una de las críticas más escuchada era el poco interés a nivel institucional y cultural en Los Pedroches para uno de los pilares fundamentales de la Cultura, los escritores y escritoras de esta tierra. Y tenían razón quienes lo decían, salvo contados casos.

Nueve años después, 17 Pueblos seguimos aportando nuestro granito de arena para evitar este desinterés.

Félix Ángel Moreno Ruiz, escritor de Pozoblanco, ha publicado una nueva novela, “Un crimen de barrio“. Estos días, la ha presentado en tres municipios de Los Pedroches, en Alcaracejos, en Torrecampo y en El Viso, y 17 Pueblos le ha acompañado. Hay que agradecer la disponibilidad de estos ayuntamientos para acoger este tipo de actividad.

Eso sí, de alguna forma habría que dar a entender que una presentación de un libro no es un “charlatán que te quiere vender algo“. Una presentación de un libro es una actividad cultural, donde gente “de la cultura” habla sobre un tema, intercambia impresiones con el público, donde el que va siempre aprende y comparte. No es obligatorio comprar un libro.

Quizás haya que cambiar el concepto, amoldar el continente, para darle más importancia al contenido. Es difícil entender cómo las personas que forman parte de un club de lectura no acuden a estos eventos, es difícil entender que una parte de la gran cantidad de lectores que existen no se interesen por estos momentos de charla literaria. Algo falla y algo debemos hacer todos por remediarlo.

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‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo

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'Caminata a la lucha y la reivindicación', por Francisco Carrillo

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)

Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.

Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.

Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.

Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.

Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.

Por favor.

Francisco Carrillo Regalón

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‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero

“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”

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Naranjo, naranja

El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.

El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.

El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.

Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.

La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.

El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.

El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:

Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.

Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?

Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.

Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?

Pero no.

El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.

Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.

Juan Ferrero

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