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Desesperación

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Hace ya algunos años, los alcaldes y candidatos socialistas de Los Pedroches acordábamos seguir solicitando y apostando por nuevas infraestructuras, por objetivos centrados en el bien común de nuestros pueblos. Nuestras peticiones y demandas eran reales y justas, necesarias para el bienestar de los ciudadanos. De estas infraestructuras dependen la calidad de vida, el desarrollo económico y social de nuestros municipios. Hombres y mujeres, con dificultades económicas y en paro, agricultores, ganaderos, industriales, comerciantes, emprendedores y promotores económicos lo necesitan y lo demandan. No podemos seguir siendo una zona desfavorecida porque está en riesgo nuestro futuro y la existencia de Los Pedroches.

Puede sonar a queja, pues cada ocasión aprovecho la sección de Opinión del diario para expresar la realidad patente de esta comarca. El significado no es otro que la necesidad que tenemos de aplicar iniciativas de reindustrialización, formación e inserción laboral destinadas a nuestros jóvenes, mujeres y hombres para que su futuro y su desarrollo puedan llevarse a cabo en nuestra tierra. Contamos con el mejor capital humano. Los jóvenes disponen de una formación sin precedentes, gracias al esfuerzo de las instituciones públicas en materia de educación y de igualdad de oportunidades. Sin embargo, cuando estos jóvenes culminan su formación, comprobamos que no cuentan en la medida deseable de oportunidades y el empleo de calidad para el que han estado preparándose durante años.

Ante esto, ¿sirve de algo la desesperación o el pesimismo? El otro día leía que 6 de cada 10 jóvenes entre 18 y 30 años se proponen emigrar, 3 de cada 4 consideran que las oportunidades laborales son mejores en el extranjero y 7 de cada 10 asumen que vivirán peor que sus padres. No es difícil rastrear el pesimismo: la tasa de paro supera el 40% en los más jóvenes y que continúa con la de mayores de 45 años, si además sumamos la retribución media de los jóvenes que acceden a un mini contrato, todo ello impide cualquier expectativa de futuro.

No podemos llenarnos la boca de decir que los jóvenes son el motor fundamental, que se escribe su presente y su futuro, que tienen un papel decisivo en la construcción de una sociedad más igualitaria y emprendedora, es por ello que debe haber un cumplimiento de sus derechos como ciudadanos y tiene que ser efectivo, ya, por parte de las instituciones. El objetivo de las administraciones debe ser dotarse de más competencias y de una mayor capacidad financiera para profundizar en las políticas de desarrollo y de fomento de empleo. Tenemos empresas y cooperativas en nuestra zona que han logrado consolidarse a pesar de los déficits en materia de comunicación y de reparto de ayudas agrarias y ganaderas que no se ajustan a la realidad de nuestra comarca, o que, por decirlo más claro, discriminan a nuestra comarca, como en el caso del vacuno de leche.

Podemos conseguir nuevas iniciativas empresariales para el desarrollo y de esta forma no solo se crearán nuevos puestos de trabajo, sino que también agricultores y ganaderos contarán con las mayores garantías a la hora de comercializar su producción y mantener los niveles de renta. Si las instituciones pretenden una recuperación económica de verdad que afecte directamente al bienestar y a la calidad de vida, dejemos aparte “hoy digo esto y mañana lo otro”. Y acabemos con la pesadilla del paro, del trabajo en precario, de la limosna y la caridad, porque si no es así el rico cada vez será más rico y el pobre cada vez más pobre.

Una vía de futuro por la que ya discurre la esperanza es el trabajo de las cooperativas, en el que son igualmente decisivos tanto el espíritu emprendedor como el apoyo tantas veces solicitado de las instituciones públicas, incluyéndose en este clima favorable al desarrollo y el empleo rural el mejor marco posible de políticas y ayudas de la Unión Europea y las administraciones central, autonómica y local. Fortalecer la comercialización, lograr más y más empresas, abrir mercados en el exterior, incorporar nuevas tecnologías, apertura de nuevas oportunidades de negocio, son algunas de las acciones de yacimientos de empleo en especial para los jóvenes y mujeres de nuestra comarca. Busquemos las mejores soluciones, evitemos los siniestros mortales que no cesan en nuestras carreteras por falta de infraestructuras adecuadas, bajemos la tasa del paro con empleo de calidad y hasta es posible que no lleguemos a la desesperación dándole más valor a la justicia y a la libertad.

Decía Lucio Anneo Séneca que “la vida es como el teatro, no importa lo que dure la representación, sino lo bien que se haga”. Ante esta situación desesperada, ya casi normal en la que estamos imbuidos, seamos capaces de buscar las acciones necesarias para que, con optimismo, lleguemos al camino de la realidad que no debe de ser otra que aquella que nos merecemos: bienestar y calidad de vida.

María José Andrada Fernández, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Villanueva del Duque

[artículo de opinión también publicado en Diario Córdoba del 10/0172015 y cedido por la autora para su publicación en 17pueblos.es]

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‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo

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'Caminata a la lucha y la reivindicación', por Francisco Carrillo

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)

Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.

Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.

Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.

Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.

Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.

Por favor.

Francisco Carrillo Regalón

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‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero

“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”

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Naranjo, naranja

El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.

El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.

El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.

Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.

La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.

El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.

El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:

Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.

Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?

Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.

Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?

Pero no.

El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.

Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.

Juan Ferrero

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‘Suben las gasolineras y baja el servicio’, por Juan Ferrero

“Los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente”

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'Suben las gasolineras y baja el servicio', por Juan Ferrero

A veces, puede comprobarse lo fácil que le resulta a las clases dominantes conducir a la masa popular sin que esta proteste lo más mínimo.

Estamos quejándonos constantemente de la carestía de la vida por todas partes y luego llegamos a la gasolinera y le decimos a los empleados que sirven en los surtidores que se quiten de allí y se vayan al paro, que ese trabajo lo vamos a realizar nosotros de modo gratuito.

El asalariado, al que le habrán exigido al menos un cursillo o jornadas para que lleve en cuenta las más elementales normas a la hora de manipular sustancias inflamables y, por lo tanto, peligrosas, se marchará a engrosar la lista del paro, mientras nosotros nos bajamos del vehículo y, “generosamente”, tomamos el surtidor sin tener en cuenta los perjuicios que eso puede acarrearnos. Unas manchas en la indumentaria, por ejemplo, inutilizarían nuestras prendas de vestir. ¿Y quién pagaría eso?  En ocasiones, ni el dinero solucionaría el problema, como el caso en que las circunstancias y el tiempo, en pleno viaje, no permitiera el cambio de indumentaria; por no citar descuidos propios o con elementos y personas de acompañamiento o ajenas que se hallen junto a los mismos surtidores.

Resumiendo: los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente. Porque, que nos conste, ni sindicatos, ni partidos, ni Ministerio de Consumo, ni el público en general dicen o hacen algo al respecto.

En  la vida cotidiana pueden darse abusos frente a los cuales poco puede hacer el individuo solo. Pero no es este el caso porque, por fortuna, aún existen gasolineras atendidas por sus empleados, y yo, mientras  sea posible, únicamente acudiré a estas (subrayo lo de “sea posible” ya que tampoco es caso de quedarse en la carretera sin carburante por no pararse en la gasolinera de autoservicio). Pero una cosa no quita la otra; todo es cuestión de prever y calcular.

Juan Ferrero

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