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Sobre el Plan Parcial Residencial 2 A de Pozoblanco, por Juanma Sánchez
Las Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal (NSPM) y los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) son instrumentos de ordenación integral del territorio de los municipios, que regulan y definen el régimen urbanístico del suelo y de la edificación.
Las Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal de Pozoblanco fueron aprobadas por la Comisión Provincial de Ordenación del Territorio y Urbanismo de Córdoba, mediante Resolución de fecha 15 de junio de 2001 y publicadas en el BOP de Córdoba de 27 de febrero de 2001. Tardaron en confeccionarse muchos años, y desde entonces se han sucedido una serie de revisiones para adecuarlas a las normas de carácter estatal y autonómico que han ido sobreviniendo. Es lógico; como también lo es que se modifiquen para dar solución a nuevas situaciones que hayan podido surgir desde entonces.
En cualquier caso se supone que para hacerlas el proceso fue meditado, estudiado y en ellas debía estar reflejado lo que los regidores de entonces pensaban cómo podía ser Pozoblanco. No es una cuestión que uno se pueda tomar a la torera.
Las revisiones se han sucedido para adecuar, como ya se dijo, las NSPM a la nueva legislación y tampoco pensamos que hayan sido improvisadas.
En concreto, el Pleno del Ayto. de Pozoblanco, en sesión ordinaria, celebrada el 7 de noviembre de 2011, acordó aprobar definitivamente el Plan Parcial Residencial 2 A (PP-R2A) de las Normas Subsidiarias de Planeamiento de Pozoblanco. En el BOP de Córdoba de 8 de julio de 2013 aparece el texto completo de Plan Parcial citado. Debió ser una disposición largamente meditada y que ha tardado casi dos años en salir en el BOP de Córdoba.
En resumen, hace poco más de 2 años que fue aprobado el plan parcial de la parcela en cuestión, porque se suponía que cumplía las expectativas de lo que queríamos que fuera Pozoblanco.
Ahora, en tan escaso tiempo, y sin mediar ningún tipo de estudio que afecte al conjunto del municipio de Pozoblanco, se pretende modificar el uso de este suelo para un fin completamente diferente al contemplado en las normas subsidiarias.
¿Por qué han priorizado la recalificación de este terreno, cuando hay varios polígonos ilegales, tanto dentro del casco urbano como fuera de él, que deberían ser prioridad de este ayuntamiento legalizarlos de manera inminente?
¿Por qué se pretende recalificar un terreno para un uso concreto, cuando ya existen otros que cumplen dicha función?¿Se ha agotado el uso de estos terrenos? Si la respuesta es no, entonces por qué hacerlo. ¿No sería más lógico replantearse cambiar el uso de los terrenos cuando ya se hayan completado los recursos para los que fueron destinados?
Y por último, otra cuestión que nos preocupa profundamente. Si se ha llevado a cabo esta recalificación de un terreno, para un uso concreto, en este caso comercial. ¿Ésta será la norma que se imponga en adelante? Es decir, ¿en un futuro cualquier persona podrá acudir al ayuntamiento para que le recalifiquen un terreno en función de las exigencias de cada uno? Y si no se le recalifica…. ¿Por qué a unos sí y a otros no?
Esto puede ser la llave que abra una puerta que a nadie interesa: la recalificación a la carta, en la que el ordenamiento urbano puede quedar en manos de intereses particulares.
Resumiendo, lo que pretende ser una ordenación del terreno, se puede convertir en un completo “desorden”.
Juanma Sánchez.
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‘Caminata a la lucha y la reivindicación’, por Francisco Carrillo
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado)
Aunque ya lleva un corto camino recorrido, el jueves noche, en claro acuerdo con la luna llena, la plataforma “Unidos por el Agua” escenificó su primer acto tras su legal constitución. Al atardecer de El Viso, aunando el sol poniente y la luna naciente, se congregaron un par cumplido de cientos de personas de toda edad, condición y procedencia en extramuros para una caminata. La aspiración era clara y sencilla: dar visibilidad a la plataforma, hacer ejercicio sano, comer un bocadillo en comunión reivindicativa y disfrutar de nuestro cielo con una luna espectacular.
Y el destino de ella, como todas las cosas importantes de la vida, sin nombrarlo, era la razón de nuestra procesión de zapatilla y mochila. Su nombre reverbera, una y otra vez, en las conversaciones de Los Pedroches y, supongo, el Guadiato: La Colada. El pantano olvidado, rescatado de ese pozo para intentar convertirlo en lugar emblemático de disfrute de la naturaleza y al que la realidad, que todos conocíamos y nadie quería reconocer, lo empujó a la sima del oprobio público: su agua está contaminada, incompatible en parte con la vida.
Pero aún así, anoche a su vera, en una orilla oscura como nuestro futuro, aún así, esa agua está salvando al norte de la provincia. Y de alguna forma a sus representantes, pues si la suerte de la Colada hubiera sido la misma que Sierra Boyera, se podría asegurar que los centenares de anoche serían miles muy cumplidos. Quizá coléricos. Quizá envalentonados con el arrojo del que nada más tiene para perder.
Ayer salía la noticia de que Andalucía aún tiene 4500 millones de euros de fondos europeos sin ejecutar. Si esto es así, se me ocurre de primeras un par de actuaciones imprescindibles, urgentes y justas en los Pedroches y Guadiato. Tenemos una ruina encima y, aunque el dinero no la pueda reparar en su totalidad, si puede ayudar a que sea, al menos, soportable.
Hago desde aquí un ruego a todos nuestros representantes políticos para reunirse ya, armarse de buena voluntad y hacer, de una buena vez, algo por una tierra secularmente olvidada y castigada.
Por favor.
Francisco Carrillo Regalón
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‘La moral de las naranjas’, por Juan Ferrero
“Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende”
El pueblo es pequeño, pero tiene una plaza cuadrangular, amplia, rodeada en su interior por alegres naranjos, así como en todas las calles que a ella afluyen. Anualmente, el Ayuntamiento recolecta la dulce fruta y las invierte en algún objetivo municipal. Esta temporada, tras un referendo entre sus vecinos, se ha acordado por unanimidad, y así se ha recogido en un decreto de la Alcaldía, que el dinero conseguido con la venta de las naranjas irá a amortizar todo o parte de la colocación en el centro de la plaza de una fuente que la embellezca aún más.
El decreto se toma como ley y quien la incumpla será multado.
El hombre que atiende el quiosco de la plaza es persona honrada, de principios cívicos, y ve acertado el proyecto al que los vecinos se han comprometido.
Mas pasando el tiempo, observa que algunos vecinos, incumpliendo el compromiso contraído, van cogiendo naranjas para su beneficio particular.
La cogida de naranjas, poco a poco se va haciendo generalizada.
El hombre del quiosco comprueba, primero sorprendido y después indignado, cómo las naranjas van desapareciendo sin que ninguna autoridad haga algo para evitarlo. Es cierto que la policía municipal ha tomado algunos nombres para justificarse y enviado las correspondientes denuncias; pero luego el Alcalde no las tramita ni les da curso, porque cada vecino multado supondría la pérdida de votos de una familia en las próximas elecciones locales.
El quiosquero, sentado en el interior de su habitáculo, mira a la plaza y reflexiona:
Tomar una naranja del árbol no es moralmente ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y las circunstancias son que de forma democrática y por unanimidad los vecinos se comprometieron a no coger naranjas para provecho propio y particular. El Alcalde este acuerdo lo hizo ley y la ley es necesario cumplirla y quien así no lo haga deberá recibir una sanción por el perjuicio producido a la colectividad.
Pero si los vecinos se sirven naranjas cada cual a su aire y el Alcalde no vigila ni sanciona, ¿cómo proceder?
Él es un hombre cumplidor de los acuerdos, que respeta la ley; una persona honrada, y aunque todos obren de modo contrario, tiene que mantenerse fiel a sus principios.
Sin embargo, por otra parte, ¿a quién perjudicaría si él también tomara algunas de las pocas naranjas que aún quedan…?
Pero no.
El quiosquero se entristece al constatar una vez más que en nuestra sociedad las personas decentes siempre salen perdiendo y los que no respetan nada y actúan saltándose las leyes y actuando de modo egoísta en beneficio propio con perjuicio para los demás, son lo que, a la larga, suelen quedar beneficiados.
Y ocurrió que el hombre del quiosco, honrado y cumplidor de las leyes democráticas se quedó sin naranjas y el pueblo se quedó sin fuente en la plaza.
Juan Ferrero
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‘Suben las gasolineras y baja el servicio’, por Juan Ferrero
“Los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente”
A veces, puede comprobarse lo fácil que le resulta a las clases dominantes conducir a la masa popular sin que esta proteste lo más mínimo.
Estamos quejándonos constantemente de la carestía de la vida por todas partes y luego llegamos a la gasolinera y le decimos a los empleados que sirven en los surtidores que se quiten de allí y se vayan al paro, que ese trabajo lo vamos a realizar nosotros de modo gratuito.
El asalariado, al que le habrán exigido al menos un cursillo o jornadas para que lleve en cuenta las más elementales normas a la hora de manipular sustancias inflamables y, por lo tanto, peligrosas, se marchará a engrosar la lista del paro, mientras nosotros nos bajamos del vehículo y, “generosamente”, tomamos el surtidor sin tener en cuenta los perjuicios que eso puede acarrearnos. Unas manchas en la indumentaria, por ejemplo, inutilizarían nuestras prendas de vestir. ¿Y quién pagaría eso? En ocasiones, ni el dinero solucionaría el problema, como el caso en que las circunstancias y el tiempo, en pleno viaje, no permitiera el cambio de indumentaria; por no citar descuidos propios o con elementos y personas de acompañamiento o ajenas que se hallen junto a los mismos surtidores.
Resumiendo: los empleados, despedidos; los usuarios, haciendo gratis el trabajo de estos; y el empresario, tan complaciente. Porque, que nos conste, ni sindicatos, ni partidos, ni Ministerio de Consumo, ni el público en general dicen o hacen algo al respecto.
En la vida cotidiana pueden darse abusos frente a los cuales poco puede hacer el individuo solo. Pero no es este el caso porque, por fortuna, aún existen gasolineras atendidas por sus empleados, y yo, mientras sea posible, únicamente acudiré a estas (subrayo lo de “sea posible” ya que tampoco es caso de quedarse en la carretera sin carburante por no pararse en la gasolinera de autoservicio). Pero una cosa no quita la otra; todo es cuestión de prever y calcular.
Juan Ferrero